El desborde de la contención Porque esta versión corregida y aumentada de “Vidas vulnerables” (la primera salió en 1999) sirve para comprender el fenómeno de ventas en que se ha convertido Pablo Simonetti. Su novela “Madre que estas en los cielos” (Planeta) sólo en Chile ya superó los 20 mil ejemplares, en Argentina agotó la tirada inicial (próxima a salir la segunda), a lo que se suma el lanzamiento (2006) en España y el resto de América Latina., además de su traducción a varios idiomas ¿Por qué tanta euforia? El mundo representado en estos cuentos -dos de ellos inéditos: “Impar” y “El collar de corales”- se va fraguando en los intersticios del deseo (“Sin compasión”, “El Baile”, “Amor virtual”), en las fugas de la cordura (“Impar”), en los dobleces de la norma (“Final de finales”, “Nevada”). Pensemos en “Santa Lucia”, quizá su apuesta mas depurada y donde exhibe al cerro como “un gigantesco pulmón sexual que respira al compás de las parejas que copulan entre los matorrales”. En ese contexto inicia su desdoblamiento el protagonista, claro que despacio, por que la situación- violenta, anhelada- requiere de delicadeza para mantener el asombro de un estado de latencia. “El desasosiego, el miedo, la anticipación del desvarío, todos estaban ahí, contenidos en un cuerpo que se desplazaba sereno bajo la lluvia” Esta voluntad de narrar desde el ojo del huracán se amplifica hasta cubrir los modelos más diversos de existencia, como la del hijo pródigo que busca reconciliación (“Bodas de oro”), la de una pareja de chilenos que se redescubre en Florencia (“Los Jardines del Bóboli”) o la de un traductor obsesionado por absorber el espíritu de aquel que interpreta (“Peter Faraday”) En todos ellos hay que evitar el desborde , rozar el abismo sin intención de abrazarlo. Ese es el desafío y se cumple. Sus pares han dicho Roberto Bolaño (“Los detectives salvajes”): “La primera vez que leí un cuento suyo lo hice por curiosidad y no pude dejarlo hasta el final. El suspenso te engancha desde el principio en sus relatos . Hace tiempo que no leía cuentos tan bien narrados por un escritor chileno”. |
Vidas vulnerables Decir que alguien es vulnerable significa que puede ser herido. Que se le puede dañar o perjudicar fácilmente: todo lo contrario a quien se exhibe como fuerte, exitoso, sólido e infalible. Complicado asunto, entonces, escribir sobre vulnerabilidad. No es gratuito. Corre a contrapelo con la tendencia, tan de nuestra época tartufa, “mezcla de humildad con vanidad”, afanada en querer presentarse impúdicamente como segura de sí misma aunque en verdad no lo sea. Sugerir que somos más sensibles de lo que aparentamos es incursionar en el desliz social por excelencia. Exige un coraje distinto: exponerse conscientemente a que, lo más probable, lo vuelvan a herir. Hay un dejo de masoquismo, por tanto, en hablar de la vulnerabilidad, el “pecado” ese que no osa a decir su nombre; no vaya a ser que delate a los “virtuosos” no tan virtuosos. Los cuentos de Pablo Simonetti versan sobre este tipo de debilidad. Sus personajes están siempre al borde de que les ocurra lo más terrible: revelarse tal cual son. A veces ello pasa porque habiendo puesto tanto esfuerzo hasta ese entonces en autoengañarse y engañar a los demás, ya no pueden más, y estallan. Agotados de la vida que simulan, basta que se presente la oportunidad ésa, y se desmoronan. Se mueven a un lado, pasan la raya, transgreden su autoimagen y rompen con la mesura autoimpuesta. Otras veces, el desvelamiento se produce “sin compasión”; son otros los que perversamente dejan al vulnerable en la intemperie, a vista y presencia de sí mismos y los demás. En fin, basta con que haya ansiedad, y el estallido se torna inevitable. El gran acierto de estos cuentos consiste en trazar la trama e ir creando el ambiente hasta que se produce por sí solo el desenlace. Su principal fuerte esta en el suspenso. Simonetti sabe acumular tensión en sus personajes al punto que contagia al lector. Es este último quien, a modo de doble del personaje del cuento, se va despojando de todos sus prejuicios y defensas hasta él también quedar desnudo, Y quedar desnudo, como todos bien lo sabemos, es la indefensión máxima. Dudo que algún lector, hacia el final, reproche a los personajes centrales de estos relatos, por muy intragables que les puedan parecer a sus pudores ofendidos los motivos que inducen a su fatalidad. La vulnerabilidad, si es autentica y no una pose, a la larga despierta piedad. Lo mas refrescantes de estas “Vidas vulnerables” es el imperativo de honestidad que las inspira. En el mundo que recrea Simonetti hay algo ahí como que no calza, que incomoda o atormenta, y que a pesar de todas las apariencias tranquilizadoras puede en cualquier momento quebrarse. Dar con ese punto de inflexión pasa, sin embargo, por decir, de una vez por todas, las cosas por su nombre, Simonetti tiene otra gran virtud: su finura, el jugar con el voyerismo erotizante del lector, dejándolo que experimente por sí solo y no se limite a leer el libro y ya acabó. “Vidas vulnerables” es un libro perturbador. Desenmascarar los acuerdos tácitos que preservan la fachada de orden no es algo que se puede así no más entre nosotros. Hace tambalear casi todo. |